Hoy he salido de casa y he visto:
A un chaval con cara de bueno, a uno que miente cuando dice que no miente, al que habla de sí mismo en tercera persona, al que cuenta historias de otros en primera porque no tiene ninguna y al que no tiene segunda a quien contar nada. Al que la semana pasada asistió a un funeral y sintió menos de lo supuesto, al que ayer por la tarde sintió más de lo debido sin razón aparente. Vi al chico con mejores amigos de la ciudad, vi al que ya no le queda nadie a quien decepcionar, el que todos creen que es una isla cuando en realidad está buscando una, el que nunca hizo sentir orgulloso a sus padres y por eso odia a su hermano. Vi al que nunca estuvo enamorado de ella, aunque por las noches, a veces, piense en lo graciosa que era, también del que se enamoran desde que le conocen, hasta que le conocen, al que parece más joven de lo que es, hasta que lo conoces, aunque nadie lo conozca, al que apartó a quien lo intentó demasiado, aunque el empujón se lo diese a él mismo. Al que se arrepiente a las 3:26 de algo que hizo a las 18:37 de un día de 2006, a quien escribe cartas a su yo del pasado esperando repetir errores que le llevaron a cosas mejores, a quien las recibe y las ignora. Distinguí al que no pierde un minuto, justo al lado del que perdió tantos que aprendió la importancia, al que no sabe sonreír, acompañado del que no sabe sonreír, al que se siente superior al resto los días impares, al que dice que se siente inferior al resto algunos días, vi al que dijo que la peor sensación del mundo era sentirse solo rodeado de gente, hasta que estuvo solo, estándolo. Al poco creyente y al que cree que caminar sobre la acera es el verdadero milagro, al que muere de hambre cada vez que piensa en el pan de mañana, al que podría morir de sed por no acercarse a ciertos vasos y para el que su llorar es el no llorar y pasa la vida llorando.
He visto a todos, lo juro, aunque todavía no haya salido del ascensor.