...el mundo es un pañuelo sucio con el que alguien se despide de alguien en una estación de tren y la vida es lo que pasa entre cada una de las despedidas. En uno de estos espacios de tiempo, la conoció. Apareció de la nada, se teletransportó a su vida y en la primera conversación ya se contaron una anécdota, porque ella no tenía principio, no empezaba con un "Érase" ni acababa con un punto final, empezaba y acababa en puntos suspensivos, como los sueños. Se mudó al centro de sus pupilas y él aprendió a hacerla surgir en cada sitio que miraba y a soñarla cada vez que los cerraba. Ella lo planeaba, era la arquitecta del sueño y el sueño a la vez y cuando no se volvía sueño, se convertían en insomnio mutuo y pasaban toda la noche juntos, besándose con sus lenguas muertas hablando latín, oyendo y descubriendo Brigantium en cada caracola. Descubrió que el sentido de su vida giraba hacia la misma dirección que el reloj que dejaba de funcionar cuando se separaban, que no quería despertarse, que quería dejar a Úrsula en París y quedarse a vivir con ella en aquel parque, durmiendo allí cada noche y despidiéndose sabiendo que aquello sería una buena anécdota que contarse cuando se conociesen...
Sublime.
ResponderEliminarYo siempre fuí tu seguidora fantasma.
ResponderEliminarSigue
ResponderEliminarMarta
Me he enamorado de este texto. Es mi sueño vivir en París. Y encontrar a alguien que me cuente anécdotas y en fin, faltan palabras para expresar lo que sentí. Genial.
ResponderEliminar21.00.
ResponderEliminarSin vespa.
Cómo mola !
ResponderEliminarLeía en silencio hasta que llegué aquí y algo me ha hecho parar para decirte que eres genial.
ResponderEliminarHoy has vuelto a aparecer. Ya era hora, te echaba de menos. De esa manera, digo. Ni siquiera tenía que hacer de arquitecta, todo se centraba en ti. Quiero realidades así.
ResponderEliminarY sí, no puedo evitar meterme aquí a menudo y releer ciertos textos que me enamoran.
¿Cómo no te voy a querer?